miércoles, 5 de noviembre de 2014

GUARNIZO calle Ramón y Cajal






El 18 de marzo de 1923, a iniciativa del concejal del Ayuntamiento de Astillero, don Ramón Cagigas, persona muy vinculada a todo cuanto a cultura se refiere, se celebró el acto de dar el nombre del sabio histólogo Ramón y Cajal, al barrio que hasta entonces se denominaba de la Estación.

El ilustre Ramón y Cajal, falleció en el año 1934, por entonces ya había alcanzado la cumbre de la ciencia universal en su especialidad de histología. En 1906 se le concedió el Nobel en Medicina.

Con el señor Cagigas colaboraron los ilustrados maestros del pueblo señorita Aurelia Garea y don Serapio G. Juárez, aportando su valioso concurso.

Invitados por los organizadores, para tomar parte en el acto, llegaron de Santander, el Inspector de primera enseñanza, don Vicente Vale y Anglés y los profesores nacionales don Leoncio Suárez y don Jesús Revaque, siendo bien recibidos por las autoridades y niños de las escuelas, que entonaban preciosas canciones alusivas al acto.

Desde la estación se trasladaron al sitio en el que estaba la placa conmemorativa, siendo descubierta en medio de una gran salva de aplausos por el señor alcalde don Felipe del Castillo.

En el momento de descubrir la placa, la niña Rosita Cagigas, leyó una sentida poesía titulada: Mirando al porvenir.

A continuación, el profesor señor G. Juárez con frase atinada hizo la presentación de los que en el acto de divulgación habían de tomar parte, agradeciendo al pueblo su asistencia.

Después intervinieron los señores Carreras, maestro de Astillero; el señor Suárez, recordando que fue maestro durante ocho años del pueblo y el señor Revaque.

El señor Vals, a quien tanto se admira en la Montaña, no por la actividad con que colabora por la cultura de la misma, sino más principalmente por la profundidad y galanura de los conceptos que emite siempre que toma parte en actos de esta naturaleza, se levantó a hablar en medio de una gran ovación. Empezó haciendo historia del sabio médico, señalando cómo tuvo necesidad de salir de España para que se le conociera. Analizó la diferencia que existe entre discípulo y alumno para llegar a la conclusión de que si Cajal tuvo muchos de los últimos, los primeros fueron muy pocos.

Como final del acto, el señor alcalde agradeció a todos la colaboración prestada, indicando que el Patronato de las escuelas había instituido 4 premios de 50 pesetas cada uno, que se llamarían "Premios Cajal" para los dos niños y las niñas que mejor comportamiento y aplicación tuvieran. No hay que decir que esto fue acogido con atronadores aplausos.

Terminado el acto, los invitados fueron obsequiados con un espléndido banquete costeado por el Ayuntamiento de Astillero.

Merecen plácemes todos los organizadores, pero especialmente el señor Cagigas y los profesores del pueblo, señorita Garea y señor Juárez, que fueron las almas de la fiesta.

Esta calle como la de Sainz de Trevilla estuvieron, antes siendo aún carretera afectadas por disposiciones de Marina, al ser tránsito obligado por tierra entre el Real Astillero y el puerto o portodio de Mobardo, depósito éste principal de madera para la construcción de navíos y otras embarcaciones marinas, aunque estas maderas se transportaban más frecuente, a través de la ría de Solía.

En una Real Orden de 26 de mayo de 1826, dada al Director General de la Armada, se dice, entre otros extremos:

"Es la Soberana voluntad de S.M. que a las orillas del mar ni a doscientas varas castellanas de distancia de lo que en las mareas vivas o de los equinoccios baña el agua salada, fabrique ningún particular ni corporación alguna pared sólida, plantación de arbolado ni edifico de ninguna clase, pudiéndose solo aprovechar aquellos terrenos para hortalizas, legumbres, prados y siembra de granos, a excepción de la orilla y campo de La Planchada.."

Pero cuando don Venancio Tijero se hizo cargo del Ayuntamiento en 1860, solicitó del Ministerio de Gobernación que se declarase sobrante de vía pública una faja de terreno común de 60 a 80 pies a ambos lados de la carretera, para que el Ayuntamiento pudiera disponer de ella con arreglo a la Ley Municipal entonces vigente.

Consecuentemente, se estableció la Ordenanza correspondiente y se señalaron fajas de terreno de 80 mts., de anchura, que se adjudicaron a quienes las iban solicitado, originándose así en estas largas vías, una época de gran trabajo y prosperidad.





Don Vicente Vela, Inspector de primera enseñanza de la Provincia, con el alcalde de Astillero y concurrentes al acto de descubrir la placa para dar a una de las calles del pueblo, el nombre de Ramón y Cajal.





Momento en que el alcalde don Felipe del Castillo, descubre la segunda placa, puesta a la terminación de la calle.




Doña Isidora Ceballos de Cagigas y don Ramón Cagigas Escalante, concejal del Ayuntamiento de Astillero, a quien se debe la iniciativa de poner el nombre del sabio Cajal, a una calle del pueblo.





Rosita Cagigas, en el acto de descubrir la placa, leyendo una sentida poesía titulada: Mirando al porvenir.








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