viernes, 11 de mayo de 2018

BATALLON DEL REGIMIENTO DE VALENCIA en la Guerra de África (1921-1923) - (I)







Dos soldados del Astillero



Don Casimiro Tijero, (el tercero por la izquierda)



Fechas históricas fueron la de los años 1921-1926, con la Guerra de África y que estuvo implicado el municipio de Astillero-Guarnizo, al encontrarse combatiendo treinta y tres soldados de Astillero y de Guarnizo,  en el territorio africano, según datos publicados.

He podido identificar algunos de los nombres de estos soldados.

Manuel Aja
Bonifacio Fernández
Francisco Pérez
Román Martinez
Angel Espejo
Severiano Setién
Justo Tijero
Federico Ibaseta
Alejandro Ibaseta
Joaquin Ibañez
Antonio Martinez
Benito Gutiérrez
Emilio Diego
Eduardo López
Eugenio Cortabitarte
Ernesto Curto (sargento)
Valentín Cavia
Arsenio Casuso
Angel Cagigas
Francisco Ceballos
Rufino Rivas
José Cagigas
Emilio Herrera
Julio Arce
Ignacio Jimenez
Isidoro Antolín
N.Rivas

  
El día 8 de septiembre de 1921, existió un gran entusiasmo en el patio del cuartel de Maria Cristina, cuando comenzaron a dar las órdenes militares para hacer los preparativos de marcha a África.

La primera expedición de los soldados del Regimiento de Valencia, se dispuso para la una menos veinte de la madrugada, marchando, en el convoy especial de la línea del Norte, el material de ametralladoras y la primera compañía.

El resto de las fuerzas salieron a diez y cuarto de la mañana en otro tren especial.

Todos los jefes, oficiales, clases y soldados del Regimiento, más muchas personas conocidas, las autoridades todas, habían acudido a despedir a los expedicionarios.

De cuantas manifestaciones patrióticas que se habrían hecho en Santander, ninguna llegó al grandioso límite de esta despedida a los soldados del Regimiento de Valencia.

También estuvo el alcalde de Astillero, señor Castillo, con una Comisión de vecinos del mismo pueblo.

Del Ayuntamiento de Astillero, fueron con la fuerza expedicionaria diez soldados. Eran éstos: Justo Tijero (hijo de Casimiro Tijero); Federico Ibaseta, Alejandro Ibaseta, Joaquin Ibañez, Antonio Martinez, Benito Gutiérrez, Emilio Diego y Eduardo López.

El alcalde de Astillero, hizo entrega á cada uno de los soldados de aquel pueblo, de un  paquete, conteniendo algunas viandas para el viaje, envuelto en un lazo de seda de la bandera nacional y de 50 pesetas; 25 del Ayuntamiento y otras 25 de la suscripción hecha por aquel vecindario.



El día 9 de septiembre, fue la despedida que Santander tributo a la segunda expedición del batallón de Valencia, con el teniente coronel don Diego Ordoñez al frente.

En esas fechas, en el vecino pueblo de Astillero, fue acogida con verdadero éxito la iniciativa de formar un  ropero destinado a los soldados de Marruecos.

Además el señor Castillo, entregó al coronel 100 pesetas para el fondo común de los demás soldados expedicionarios.

Asimismo de otras 500 pesetas del Ayuntamiento y de las 3.297,30 pesetas, que produjo el festival benéfico destinado para este motivo.

Entre los expedicionarios salieron para Almería, dos soldados hermanos  astillerenses, incorporados en las filas del Regimiento de Valencia, Alejandro y Federico Ibaseta



En la  fecha 11 de septiembre, don Casimiro Tijero salió para Almería, para acompañar a su hijo Justo, que había marchado en el regimiento expedicionario.

El alcalde de Astillero, ya había recibido cartas de los soldados de aquel pueblo que venían luchando en África y se encontraba  informado de los acontecimientos que se venían surgiendo en aquella zona.

Los muchachos manifestaron su reconocimiento a cuantas atenciones habían recibido de su Ayuntamiento y se expresaron con levantamiento espíritu militar, ofreciéndose dar sus vidas por la Patria.

Firmaban la misiva, los soldados que estaban luchando a las órdenes del teniente coronel señor Mela; Manuel Aja, Bonifacio Fernández, Francisco Pérez, Román Martinez y Angel Espeso.

Estos soldados, recibieron su bautismo de fuego, en las faltas del Gurugú.

De tantas iniciativas para mejorar la situación de los soldados montañeses en campaña, fue urgente subvenir las necesidades importantísimas relacionadas con su más perfecta atención, tales como dotarles de elementos para el abastecimiento de agua, por las dificultades del transporte de aquella dentro del territorio marroquí.

Este defecto fue observado por el astillerense, don Casimiro Tijero, padre de uno de los soldados expedicionarios del batallón de Valencia, quien, siguiendo a su hijo, marchó a África a enterarse por sí mismo de todo aquello que necesitaría el batallón.

Don Casimiro Tijero, para quien el agradecimiento que le dedicaría Santander, seria siempre poco, volvió a la Península a subsanar aquella falta importante, poniendo en la empresa toda su voluntad y consiguiendo reunir en los salones del Círculo Mercantil a los padres de los soldados montañeses, a quienes expuso su idea de regalar a los batallones de Valencia y Andalucia, cuatro auto-aljibes.

La idea fue aceptada en el acto, uniéndose a la primera comisión los señores, don Casimiro Tijero, don Alberto Corral, don Francisco Mirones y don Avelino Zorrilla.

Por entonces dos batallones, formados en gran parte por montañeses de los regimientos de Valencia y el de Andalucía, combatían ya en el suelo africano, soportando todas las inclemencias de un clima hostil.

Lo soldados españoles en África necesitaban agua. La Comisión nombrada y una representación de los padres de los soldados, decidieron constituirse en una Junta única, encargada de encauzar todas las iniciativas y de atender las necesidades morales y materiales de los soldados santanderinos.

Simultáneamente que se llevaban a cabo las gestiones para adquirir el aeroplano y los tanques aljibes, la Comisión tuvo otra iniciativa, que la provincia recibió con gran aplauso: la de montar una Oficina de información, que funcionase a la vez en Santander, Málaga y Melilla.

La oficina de Málaga se puso bajo la inspección del vocal de la Comisión, don Casimiro Tijero, quien ostentaba en aquella ciudad andaluza la representación de Santander, teniendo entrada libre en hospitales, sanatorios, además tenía pasaje gratuito en aquellos vapores de la Compañía Transatlántica que hacían viajes de Málaga a Melilla y viceversa.

Los tanques aljibes fueron encargados a las casas de los señores Corcho Hijos y Manuel Galdona. 

Los chasis donde habían de montarse fueron encargados a la Casa Ford.

Cada tanque tenía su correspondiente bomba con tuvo de succión y otros de impulsión en pedazos intercámbiales, bastando veinticinco minutos para llenar cada aljibe.

Estos fueron entregados en Nador, el día 28 de octubre de 1921, a sus respectivos batallones.



El 29 de septiembre la columna del general Tuero se concentró en Garet para llevar varios convoys a las posiciones del zoco el Hach, Tizza, Sidi-Hamet-el-Hach. A este columna fue unido el batallón del Regimiento de Valencia, que ese día habría de cubrirse de gloria en el combate más duro de la campaña.

Después de varias horas de fuego, los moros, ante el tremendo ataque de nuestras columnas, emprendieron la retirada escalonada, no obstante, las tropas, con extraordinario arrojo, iniciaron el asalto con el general Cavalcanti y su Estado Mayor a la cabeza y en medio de un diluvio de balas.

Momentos antes de llevarse a efecto la entrada en Tizza, del convoy, la tercera compañía del batallón de Valencia, escribía una página de gloria. El momento fue grandioso y emocionante.

En las manos de los soldados de la tercera compañía de Valencia, mandada por el capital Ramírez, estuvo durante un gran rato el buen éxito o el fracaso de la operación.

Los soldados del batallón de Valencia se habían portado mucho mejor de lo que podía esperarse de tropas que entran en fuego por primera vez.

El batallón expedicionario de Valencia fue uno de los Cuerpos que más se distinguieron en la lucha en Tizza.



El 4 de octubre, se informaba que el soldado Severiano Setien se encontraba enfermo y seria evacuado a Málaga, dentro de unos días. Noticia que se había trasladado a su hermana Jesusa, en el Astillero.

En Astillero ya estaba funcionado El Ropero, para recoger toda ayuda a favor de los heridos y enfermos de la guerra de Marruecos.

Una primera recogida fueron 27 mudas compuestas cada una de camisa, calzoncillo, pañuelo y par de calcetines, para ser remitidas a los 27 soldados de ese pueblo.



En las fechas del 12 octubre, en el escaparate de la Confitería de la calle San José, se exhibían enormes paquetes de mudas ya preparadas y acabadas por las jóvenes de la localidad, para los soldados en general y una muda completa para los de casa, en particular.

El café Angelín era el centro de información para todos; acudían diariamente, para recabar noticias, que les venía facilitando el amigo don Angel Díaz, un hombre de todo corazón, que gracias a él,  los vecindarios se enteraban de los telegramas y cartas que emitía o recibía él personalmente.



Los primeros días de octubre de 1921, habían sido gloriosos para los Ejércitos españoles. Una serie de operaciones bien concebidas con una precisión que solo es posible cuando se trata de tropas valientes, habían tenido por resultado la ocupación del Gurugú

Un volteo general de campanas, los disparos de los cañones de la plaza, el desbordamiento del entusiasmo general, anunciaba que se acaba de aparecer en el Gurugú, la bandera española. El Ejercito se había posesionado del monte fatídico.

Uno de los soldados, Julio Arce Alonso, del batallón de Valencia, había escrito a su madre, doña Carmen Alonso, residente en el Astillero, una carta en que la contaba lo ocurrido en la toma de Tizza, en la siguiente forma:

"En el aprovisionamiento a la posición de Tizza se entablo un duro combate. A nuestro batallón le concedieron el puesto de honor en la vanguardia, juntamente con las fuerzas de Regulares y al grito de ¡Viva la Montaña! entró la compañía en sucesivas cargas a la bayoneta, penetrando en la posición con el comandante general y dos compañías de Ingenieros.

A mí no me cupo tal suerte y honor, pues á las doce y media me tumbaron un par de balas que me atravesaron ambas piernas por la parte baja de la rodilla, sin que haya habido lesión ósea. Me recogieron unos compañeros y ni por el momento perdí la serenidad, no obstante el dolor que sentía en la piernas, que hasta hoy he tenido inmóviles. Yo mismo dirigí mi primera cura, que me hizo un amigo.

Estoy contentísimo de haber sido uno de los héroes. Fue trasladado al hospital de Melilla".

Los soldados del Astillero, Eduardo López, Valentín Cavia, Francisco Pérez, Arsenio Casuso, Angel Cagigas, Francisco Ceballos, Rufino Rivas y José Cagigas, a través del periódico el El Cantábrico agradecían cuanto su pueblo y especialmente a las muchachas del Astillero, estaban haciendo por ellos.

Habían recibido ya la primera remesa de ropa interior y se les anunciaba otros envíos.



El 28 de octubre, se celebró en el Salón Cortabitarte una función teatral a beneficio de los soldados del pueblo que se encontraban en África.

Un acto heroico de un soldado de Astillero, Alejandro Ibaseta, quien tenía otro hermano en África y en el segundo batallón del laureado regimiento de Valencia.

En el combate de Tizza, al atacar a la bayoneta para tomar una altura, cayó gravemente herido el soldado Severiano Setién, de Astillero. Alejandro Ibaseta al verle caer, atravesó, con desprecio de su propia vida, y en medio de un diluvio de balas, varias líneas de fuego, para salvar a su compañero y evitar que cayera en poder de los rifeños, consiguiéndole trasladarle a la ambulancia, distante de la línea de fuego más de un kilómetro.

En Astillero, un grupo de señoritas, Castillo (Luisa, Mercedes, Amalia y Vicenta), de Bedia (Rosario y Elisa) y Ramonita Vega, habían constituido espontáneamente e iniciadoras de una Comisión para recaudar unas pesetas con que poder hacerles la Nochebuena a los soldados de la localidad.

Con el dinero habían adquirido comestibles (salchichones Thon Mariné, turrones, queso de bolba y pasas) acompañando vino Rioja, para enviárselos a los soldados.



Grandioso recibimiento al soldado Severiano Setién el día 16 de enero de 1922, que había conquistado las simpatías de todo los astillerenses, sabiendo la forma gravísima en que fué herido el día del tristemente célebre convoy a Tizza y su llegada al pueblo.

La entusiasta "Peña Angelín" estimulada por Lavín (don Cándido), organizó la caravana para recibirle en la estación de Boo.

En la estación estuvieron el señor alcalde, don Felipe del Castillo y algunos concejales; las damas del Ropero, doña Enriqueta de Amel y doña Dolores G. de Rozas; el capitán de la Guardia Civil, señor Escobar; el ex-oficial de la Guardia Civil, señor Otero, señores Casuso, Cortabitarte y Castillo.

El regreso al Astillero se hizo a pie, y en el pueblo se repitieron las manifestaciones de simpatías.

Días antes, había llegado el soldado Eugenio Cortabitarte, hijo político del señor Azcarate.

Hermosísimo acto llevado a cabo por las jóvenes astillerenses, las cuales, asaltaban a las personas solicitándolas un dinero para los soldados y el resultado le fue tan satisfactorio, que con la cantidad recaudada pudieron confeccionar un bonito aguinaldo para los treinta y tres soldados del Astillero.



El 22 de noviembre de 1922, desde el Ropero del Astillero, enviaron a Melilla por el vapor "Torres y Bages" de la Compañía Transmediterránea, 200 colchonetas de urgencia necesidad. Eran miles de soldados que dormían en el suelo y esta benéfica institución creía necesario esa ayuda.



El 24 de noviembre, el sargento  de ametralladora del batallón expedicionario de Valencia nº 23, Ernesto Curto, desde Nador, envió una carta como testimonio de reconocimiento a la benéfica labor del Ropero de Astillero.



El 30 de septiembre de 1923, Santander tributa un grandioso recibimiento a los repatriados del Regimiento de Valencia.



El 4 de diciembre de 1923, regresaron de África, donde estuvieron por espacio de 29 meses, luchando bajo la bandera del Regimiento de Valencia, los jóvenes de esta localidad, Federico Ibaseta, Emilio Herrero, Ignacio Jimenez, Isidoro Antolín y N. Rivas.



La Guerra de África o también llamada la Segunda Guerra de Marruecos, fue un enfrentamiento originado por la sublevación de las tribus del Rif, una región montañosa del norte marroquí, contra las autoridades coloniales española y francesa, concretada en los Tratados de Tetuán (1860), Madrid (1880) y Algeciras (1906), completado este con el de Fez (1912), que delimitaron los protectorados español y francés, cuya vida administrativa y geográfica se inicio en 1907, conflicto en que participaron también tropas francesas, pese a haber afectado principalmente a las tropas españolas.

En el año 1920, tras la firma de Fez, la zona norte marroquí fue adjudicada a España como protectorado. El comienzo del mismo lo fue también de la resistencia de las poblaciones rifeñas contra los españoles, desencadenando un conflicto que se alargaría durante años.

En 1921, las tropas españolas sufrieron un grave desastre en Annual, amén de una rebelión acaudillada por el líder rifeño Abd el-Krim.

Los españoles se retiraron a unas cuantas posiciones fortificadas mientras Abd el-Krim llegó a crear todo un Estado independiente: La Republica del Rif. El desarrollo del enfrentamiento y su fin coincidieron con la dictadura del general Primo de Rivera, que se ocupó de la campaña de 1924 a 1927. Además, tras la Batalla de Uarga (1925), los franceses intervinieron de lleno en el conflicto y establecieron una colaboración conjunta con España, que culminó con un desembarco en Alhucemas. Hacia 1926 la zona había sido pacificada, rindiéndose Abd el-Krim en julio de 1927 y obteniéndose la reconquista del territorio anteriormente perdido.

Esta guerra dejó un profundo recuerdo tanto en España como en Marruecos. Tras la independencia de Marruecos en 1956, todavía tuvo lugar una revuelta rifeña contra el sultán, secuela del anterior conflicto armado.

La guerra de Marruecos fue en general mal vista y provocó importantes conflictos en la sociedad española en esos momentos























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